Brujas: De la Persecución Medieval a Símbolo de Resistencia FeministaActualizado: hace 1 díaEl feminismo ha abrazado la figura de la bruja como un símbolo de resistencia y liberación. (Vía el país)
Cuando una mujer se queda sola pensando, termina imaginando cosas malas. Al menos, eso es lo que decían en el Malleus Maleficarum o «Martillo de las Brujas», un manual escrito en 1487 por dos monjes dominicos, Heinrich Kramer y Jacob Sprenger. Este libro fue clave para justificar la caza de brujas que se extendió por Europa, algunas zonas de África y América. Según ellos, las brujas eran mujeres que se juntaban para cumplir deseos oscuros y lujuriosos. Eran las rechazadas de la sociedad, castigadas por ser diferentes.
El Malleus Maleficarum las culpaba de todo tipo de males, desde causar enfermedades hasta seducir hombres casados, y proponía que la única solución para detenerlas era quemarlas. Basándose en la Biblia, sostenían que las mujeres eran traicioneras y peligrosas por naturaleza, siguiendo el ejemplo de Eva, la primera mujer.
La idea de la bruja ha estado presente en la historia desde hace siglos. En culturas antiguas ya se hablaba de mujeres con poderes sobrenaturales, como las hechiceras en Grecia o las stregae en Roma, quienes practicaban la magia, a menudo relacionada con la curación. Pero fue en la Edad Media cuando la Iglesia Católica comenzó a verlas como herejes y agentes del diablo, desatando una paranoia generalizada que llevó a las persecuciones de brujas. Los juicios de Salem en 1692 es el ejemplo más conocido de este tipo de persecución.
La resistencia de las brujas
La caza de brujas fue una persecución brutal contra las mujeres que se atrevían a elevarse por encima de los hombres, ya sea por su cuerpo, su manera de pensar o por su valentía. La historia de ese genocidio vino a aplastarlas, y a dejar una marca en las vecinas, hijas, sobrinas y nietas, haciéndoles saber que el precio por pensar diferente o sentir demasiado podía ser la hoguera.
Existen diversas teorías sobre por qué comenzó la caza de brujas. Algunas hablan de paranoia colectiva, por agua contaminada, otras culpan a los señores feudales o al control de la Iglesia. En 2004, Silvia Federici presentó una visión marxista en su libro Calibán y la bruja. Según ella, con el fin del feudalismo y la llegada del capitalismo, las mujeres fueron vistas como un recurso que había que controlar, sobre todo por su capacidad de tener hijos. Así aseguraban la mano de obra futura para el sistema.
Federici conecta la caza de brujas con la colonización y la trata de esclavos. La mayoría de las mujeres acusadas eran mayores, pobres o ya no podían tener hijos. Si eras viuda, soltera o tenías cierto liderazgo, eras sospechosa de magia negra. Además, las mujeres que controlaban su fertilidad o trabajaban como curanderas y parteras eran perseguidas. Todo esto estaba vinculado al intento de controlar la sexualidad y el trabajo de las mujeres.
La persecución afectó a entre 50.000 y 100.000 mujeres, aunque muchas más perdieron su reputación, fueron expulsadas de sus comunidades o se vieron obligadas a ocultar sus prácticas. El miedo a ser acusada de brujería afectó a todas las mujeres en esa época.
Brujería en tiempos modernos
Con el tiempo, las persecuciones disminuyeron, y la figura de la bruja fue cambiando. En el siglo XIX, la brujería se reinventó como parte del movimiento esotérico y espiritualista. En el siglo XX, con la aparición de la Wicca, una religión neopagana, las brujas modernas se convirtieron en símbolos de sabiduría ancestral, defensoras de la naturaleza y activistas.
En épocas más recientes, bajo el gobierno de Donald Trump, se vieron protestas con carteles que hacían alusión a la magia y el misticismo. El feminismo ha abrazado la figura de la bruja como un símbolo de resistencia y liberación. Silvia Federici sostiene que las brujas no necesitaban hacer algo malo, solo ser independientes para ser vistas como una amenaza.
Desde el grupo WITCH (Women’s International Terrorist Conspiracy from Hell) en los años 60, que protestaba contra el capitalismo y a favor de la liberación sexual, hasta las marchas feministas actuales, la figura de la bruja ha pasado de ser un símbolo de miedo a uno de fuerza y resistencia.

